Hacer cosas nuevas
Extender las alas también da miedo (pero no hacerlo da más)
Hay un momento en el que te das cuenta de que ya no puedes quedarte donde estás, aunque sea cómodo, aunque ya conozcas el paisaje, aunque te dé miedo lo que viene. Y no porque lo que tengas sea malo, sino porque ya no te llena, ya no vibra, ya no creces ahí. Y crecer duele… pero quedarse estancado duele más.
Entonces pasa algo. Algo adentro. Algo que no grita, pero empuja. Y sin darte cuenta, te empiezas a mover. A hacer cosas nuevas. A mirar más allá. A imaginar un “¿y si sí?” donde antes solo veías excusas.
Eso es extender las alas
No como un acto heroico de película, sino como una decisión silenciosa, casi íntima. De esas que no se celebran con fuegos artificiales, pero cambian el rumbo de todo. Y sí, al principio se siente raro, incómodo, como caminar con zapatos que aún no son tuyos. Pero luego descubres que cada paso, por pequeño que sea, te lleva más cerca de ti. Atreverse no es fácil, pero quedarse con las ganas pesa más.
Volar alto también es soltar el permiso
Porque volar alto no siempre se trata de éxito, reconocimiento o logros visibles. A veces volar alto es empezar por dejar de pedir permiso. Es hacer eso que sabes que quieres, aunque nadie lo entienda. Es confiar en tu proceso, incluso cuando todavía no tienes pruebas. El verdadero vuelo comienza cuando dejas de hacer las cosas por aprobación y empiezas a hacerlas por convicción.
No hay vuelo sin miedo
Y sí, a veces también se siente soledad, dudas, caídas. Pero todo eso es parte del camino, porque no hay vuelo sin aire que te tambalee, no hay altura sin miedo. Y ahí está la clave: no parar. Seguir, incluso con miedo, incluso con dudas. Porque el miedo no se quita antes de volar… se va mientras lo haces. Llega un punto en que lo que más te asusta no es fallar, sino volver a encogerte. Volver a esa versión tuya que se conformaba, que postergaba, que se apagaba. Y ahí entendemos que arriesgarse fue el verdadero acto de amor propio.
Extender las alas no te hace mejor que nadie
Pero sí te hace más tú. Más libre. Más honesto con lo que quieres. Más cerca de tu verdad. Y cuando eso pasa, el entorno cambia. Las personas que ya no van contigo se alejan, y las que suman, te alcanzan. Porque volar también filtra. No todo el mundo va a aplaudirte, no todo el mundo va a entender tu vuelo. Y está bien. No estás volando para ser entendido, estás volando para ser tú.
Hazlo, aunque no tengas el mapa completo
Así que si algo te vibra, si te llama, si te da emoción y miedo al mismo tiempo… hazlo. Aunque tiemble la voz, aunque no tengas el mapa completo, aunque todavía no sepas exactamente a dónde vas. A veces el salto más valiente es simplemente no volver atrás y confiar en que tus alas ya están listas. Aunque tú todavía no lo sepas.
Comparte la reflexión