Lo que nuestro pasado le enseña a nuestro presente
Muchas veces no estamos atrapados en el pasado.
Estamos atrapados en cómo lo revivimos.
Porque una cosa es recordar… y otra muy distinta es volver a vivir todo como si estuviera pasando otra vez.
Es como si tuviéramos una televisión emocional dentro de nosotros, donde repetimos una y otra vez los mismos capítulos:
Esa escena donde nos rompieron.
Esa conversación que no tuvimos.
Ese “hubiéramos dicho esto” que aún no podemos soltar.
Y claro, volvemos a llorar. Volvemos a sentir rabia.
Volvemos a sentirnos tan solos como ese día.
Y no, ya no estamos ahí.
Pero lo estamos viendo otra vez. Y otra. Y otra.
Y mientras no apaguemos esa televisión, seguiremos creyendo que seguimos ahí.
El pasado no vuelve solo
Nos cuesta entender que no es el pasado el que vuelve, somos nosotros quienes lo traemos de vuelta.
Porque se vuelve cómodo vivir en lo que dolió.
Se vuelve una excusa perfecta para no avanzar:
No queremos volver a confiar porque ya nos fallaron.
No queremos volver a amar porque ya nos rompieron.
No queremos volver a intentar porque fracasamos.
Y entonces repetimos la historia, sin darnos cuenta.
No estamos viviendo cosas nuevas…
estamos viviendo las mismas emociones de siempre, solo que con personas o situaciones diferentes.
Y ahí es cuando lo que vivimos deja de ser experiencia y se vuelve sabotaje.
Entender lo que sentimos
¿Nos hemos dado cuenta?
Todo ese enojo no es con esa persona, es lo que permitimos por miedo a perderla.
Todo ese dolor no es por lo que pasó, es por todo lo que no soltamos después de que pasó.
Y sí, hay momentos que aún duelen y personas que quisiéramos no recordar, pero también hay cosas que solo aprendimos porque dolieron y hay una versión de nosotros que nunca habría nacido sin ello.
No huyas, mira, siente y suelta
Ojo… si todavía hay cosas que duelen, no huyamos.
Miremos. Sintamos. Lloremos si hace falta.
Pero no nos quedemos a vivir ahí.
No olvidemos que el pasado no se va solo, nosotros tenemos que soltarlo.
Y cuando lo soltamos, vamos a empezar a vivir desde el presente, no desde el eco de lo que fuimos.
Recordar el pasado tiene sentido
Al final…
Recordar el pasado no es tan malo si lo hacemos para:
Observar de dónde venimos.
Comprender a dónde nos llevó.
Saber a dónde nos dirigimos.